Durante la Edad Media se produjo una época de oscurantismo (muchas historiadoras discrepan al respecto). En el ámbito científico, la oscuridad de la mente humana se hacía palpable, ante la imposibilidad de cuestionar los dogmas religiosos, verdades reveladas que no admitían crítica, ni posibilidad de prueba, adquiriendo la Iglesia un inmenso poder que trascendía a la política y la economía.
Esto hacía que para las mujeres aún fuese más complicado poder ejercer de científicas, llevando a tachar a las alquimistas, curanderas, botánicas, astrónomas, como brujas. O impidiendo que ejercieran ya que las mujeres estaban privadas a la ciencia, como diría Gabrielle Suchon en su Tratado sobre la debilidad, la ligereza y la inconstancia que sin fundamento se atribuye a las mujeres, de 1693: “por estar con justicia privadas de libertad, sin estudio, sin ciencia y sin autoridad”.
Es por ello que no tenemos muchos avances científicos en esta época en las matemáticas o la física, que sí hubo algunos más en la medicina. Las tres científicas más nombradas de la época son Trota de Salerno, Hildegarda de Bingen, y Fátima de Madrid, de quien podéis leer ya un post aquí.
Vamos a empezar a contaros la historia de Trota de Salerno.

Trota de Salerno (1050-1097), según el estudio de JF Benton (Trotula, women’s problems, and the professionalization of medicine in the Middle Ages, 1985.), se convirtió en la primera mujer en escribir y tratar sobre temas de ginecología y obstetricia. Recordamos que Artemisia ya había investigado sobre ginecología pero desde la botánica, no como ginecóloga.
Su nombre aparece siempre relacionado con la Escuela de Medicina de Salerno en la que estudió. Algunas investigadoras afirman que fue la esposa de uno de los fundadores del centro, Johannes Plaetarius, a quien se le atribuyó la obra de Trota durante años.
Trota, a la que muchas fuentes llaman Trótula en confusión con el nombre de su obra, estudió los problemas médicos de las mujeres. Escribió el más célebre tratado de obstetricia y ginecología de la Edad Media, conocido como Trótula mayor. Impuso un pensamiento que iba contra la creencia religiosa de la época, el cual dictaba que el dolor de la mujer en el parto y otros aspectos de la vida se debían al rol de Eva en el pecado original.
En su otro trabajo, Trótula menor (porque sería buena médica, pero original con los nombres un poco menos), ponía énfasis en una evaluación amplia e integral de los pacientes y no solo en una centrada en los síntomas llamativos, hablando sobre cuidados médicos en general en la piel, e higiene y cosmética. También fue de las primeras personas en recomendar a las mujeres cuidar de la higiene diaria, practicar ejercicio físico regular o mantener una dieta equilibrada y saludable (real fooder siglo XI).
Su fama creció mucho y sus libros fueron copiados y vueltos a copiar durante varios siglos. Tras la imprenta, su obra fue impresa por primera vez en 1554.
Esta obra fue tan revolucionaria para su tiempo, que ya desde el siglo XII se empezó a creer que era imposible que una mujer pudiera haber escrito todo aquel saber y dieron la autoría a sus libros a su marido. Llegándose a afirmar que Trota no había existido. Fue negada hasta el siglo XX.
¿Mujeres haciendo ciencia? Para qué quieres saber eso jaja saludos xddd
Ahora vamos a pasar a hablar sobre Hildegarda von Bingen, o Hildegarda de Bingen.

Hildegarda de Bingen (1098-1179), según Sue V. Rosser (Women, Science, and Myth: Gender Beliefs from Antiquity to the Present, 2008.) nació en una familia de nobles terratenientes, los condes de Bermersheim, en la parte más occidental de la actual República alemana, casi en la frontera con Francia y Luxemburgo. Con posterioridad se trasladaría a Bingen, para fundar un pequeño monasterio en un monte, pasando su vida a las orillas del Rin.
Fue una niña precoz pero enfermiza, que arrastraría problemas de salud. Al ser la décima hija, y última de la familia, los mejores puestos estaban destinados a sus hermanos mayores, quedando para ella, como era habitual en la época, la vida al servicio de la iglesia. Así ingresaría a los ocho años de edad en la orden de San Benito, donde se vería influenciada por San Bernardo y las Cruzadas.
Era una mujer polifacética: se le considera compositora, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, polímata, abadesa, mística, líder monacal y profetisa alemana, según la Wikipedia.
Considerada una de las personalidades más influyentes, polifacéticas y fascinantes de la Baja Edad Media y de la historia de Occidente, es también de las figuras más ilustres del monacato femenino y quizás quien mejor ejemplificó el ideal benedictino, al estar dotada de una inteligencia y sabiduría fuera de lo común (porque lo común era que las mujeres no supiesen nada porque para qué enseñar algo a una mujer), comprometida con la reforma gregoriana, y al ser una de las escritoras de mayor producción de su tiempo. Además es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural.
Sus trabajos tocan diferentes áreas, incluyendo una Revelación, éxtasis y visiones. Aquí nos centraremos en su obra científica, porque es de lo que va el post, pero os recomendamos leer más acerca de Hildegarda. En su cosmología se entremezclan antropología, ciencia y teología, tal como es peculiar de las conformaciones intelectuales del medievo cristiano que nos resultan hoy extrañas, pero resultan absolutamente naturales para la mentalidad de una monja del siglo XII.
Según el trabajo de Margaret Alic que ya mencionamos en el anterior post (El legado de Hipatia: Historia de las mujeres en la ciencia desde la Antiguedad hasta nes del siglo XIX., 1991.), Hildegarda vía una Tierra esférica envuelta en cascarones celestiales concéntricos que influían en los acontecimientos terrestres según una idea que se remonta por lo menos a los pitagóricos y que penetra en la Europa occidental mucho antes del siglo XII pero que, no obstante, presenta como una reelación nueva, aunque sus detalles son originales.
Necesitamos hacer aquí un pequeño inciso. Llama la atención que Hildegarda pudiese considerar una Tierra esférica antes de Copérnico. Pero realmente esto era lo habitual, ya que el modelo cosmológico que fue enseñado desde la Antigüedad era el de Aristóteles, con algunas mejoras de otras astrónomas, hasta que llegara el de Sacrobosco 100 años posterior a Hildegarda, en el cual también se consideraba la Tierra esférica. El terraplanismo es un invento del siglo XIX, donde Washington Irving en 1833 publicó un libro sobre los viajes de Colón, en el cual hablaba de la Tierra plana, y por la situación de decadencia eclesiástica tras las revoluciones de finales del siglo XVIII, vino bien a la Iglesia y otras instituciones para difundir teorías en contra de la revolución científica. Sí, creemos desde hace cientos de años en la Tierra redonda, por mucho que la ciencia de YouTube diga lo contrario.
Ahora abandonamos el eje conspiranoico para volver a Hildegarda. En Scivias, la Tierra, constituida por los cuatro elementos, estaba rodeada por la atmósfera esférica, alba pellis o aer lucidus. Cada uno de los cuatro cascarones elementales del universo contenía uno de los vientos cardinales, representados como el aliento de un ser sobrenatural, y dos vientos accesorios. La zona esférica de agua, aer aquosus, se contraía, se expandía y se arremolinaba, ocultando o revelando los cuerpos celestiales que estaban más allá. Las zonas exteriores tenían una forma ovoide en contraposición a la clásica forma esférica de las cosmologías que siguen a los clásicos. El aire, purus aether, de forma oval, rodeaba el agua y era la más ancha de las zonas. Contenía la Luna, los planetas interiores y las constelaciones de estrellas fijas. Luego venía el fuego interior, umbrosa pellis o ignis niger, oscuro y estrecho, origen del granizo y de los rayos. Lo rodeaba el fuego exterior, con su extremo este alargado y aguzado. Ahí residían el Sol y los planetas exteriores.
Entre 1151 y 1158 publica dos libros científicos: Physica o “Tratado de las plantas” y Causae et curae o “Tratados médicos”, en donde desarrolla más de cien recetas tenidas hoy en cuenta por la medicina alternativa, que puede encontrar en ella una precursora, adelantándose también a su tiempo en la consideración de los aspectos psicosomáticos de la salud.
Physicia, que recibió ese nombre por Schot en 1533, constituye una enciclopedia de historia natural, que Hildegarda llamó Liber simplicis medicinae e Subtilitatum diversarum naturarum creaturum libri novem. Este tratado es el más científico de sus obras, contenía descripciones de 230 plantas y 60 árboles, así como peces, aves, reptiles, mamíferos, piedras y metales, y fue muy popular, usándose como texto para la enseñanza en la escuela de medicina de Montpellier.
Aquí acabamos este post, que dará paso al siguiente de esta serie, las Mujeres en la Revolución Científica.
Si os ha gustado, enfadado, emocionado y ya sabéis cómo darle amor.