Mujeres científicas: más allá de la astronomía. Edad Media

Durante la Edad Media se produjo una época de oscurantismo (muchas historiadoras discrepan al respecto). En el ámbito científico, la oscuridad de la mente humana se hacía palpable, ante la imposibilidad de cuestionar los dogmas religiosos, verdades reveladas que no admitían crítica, ni posibilidad de prueba, adquiriendo la Iglesia un inmenso poder que trascendía a la política y la economía.

Esto hacía que para las mujeres aún fuese más complicado poder ejercer de científicas, llevando a tachar a las alquimistas, curanderas, botánicas, astrónomas, como brujas. O impidiendo que ejercieran ya que las mujeres estaban privadas a la ciencia, como diría Gabrielle Suchon en su Tratado sobre la debilidad, la ligereza y la inconstancia que sin fundamento se atribuye a las mujeres, de 1693: “por estar con justicia privadas de libertad, sin estudio, sin ciencia y sin autoridad”.

Es por ello que no tenemos muchos avances científicos en esta época en las matemáticas o la física, que sí hubo algunos más en la medicina. Las tres científicas más nombradas de la época son Trota de Salerno, Hildegarda de Bingen, y Fátima de Madrid, de quien podéis leer ya un post aquí.

Vamos a empezar a contaros la historia de Trota de Salerno.

Fuente: Wikimedia Commons

Trota de Salerno (1050-1097), según el estudio de JF Benton (Trotula, women’s problems, and the professionalization of medicine in the Middle Ages, 1985.), se convirtió en la primera mujer en escribir y tratar sobre temas de ginecología y obstetricia. Recordamos que Artemisia ya había investigado sobre ginecología pero desde la botánica, no como ginecóloga.

Su nombre aparece siempre relacionado con la Escuela de Medicina de Salerno en la que estudió. Algunas investigadoras afirman que fue la esposa de uno de los fundadores del centro, Johannes Plaetarius, a quien se le atribuyó la obra de Trota durante años.

Trota, a la que muchas fuentes llaman Trótula en confusión con el nombre de su obra, estudió los problemas médicos de las mujeres. Escribió el más célebre tratado de obstetricia y ginecología de la Edad Media, conocido como Trótula mayor. Impuso un pensamiento que iba contra la creencia religiosa de la época, el cual dictaba que el dolor de la mujer en el parto y otros aspectos de la vida se debían al rol de Eva en el pecado original.

En su otro trabajo, Trótula menor (porque sería buena médica, pero original con los nombres un poco menos), ponía énfasis en una evaluación amplia e integral de los pacientes y no solo en una centrada en los síntomas llamativos, hablando sobre cuidados médicos en general en la piel, e higiene y cosmética. También fue de las primeras personas en recomendar a las mujeres cuidar de la higiene diaria, practicar ejercicio físico regular o mantener una dieta equilibrada y saludable (real fooder siglo XI).

Su fama creció mucho y sus libros fueron copiados y vueltos a copiar durante varios siglos. Tras la imprenta, su obra fue impresa por primera vez en 1554.

Esta obra fue tan revolucionaria para su tiempo, que ya desde el siglo XII se empezó a creer que era imposible que una mujer pudiera haber escrito todo aquel saber y dieron la autoría a sus libros a su marido. Llegándose a afirmar que Trota no había existido. Fue negada hasta el siglo XX.

¿Mujeres haciendo ciencia? Para qué quieres saber eso jaja saludos xddd

Ahora vamos a pasar a hablar sobre Hildegarda von Bingen, o Hildegarda de Bingen.

Fuente: Wikimedia Commons

Hildegarda de Bingen (1098-1179), según Sue V. Rosser (Women, Science, and Myth: Gender Beliefs from Antiquity to the Present, 2008.) nació en una familia de nobles terratenientes, los condes de Bermersheim, en la parte más occidental de la actual República alemana, casi en la frontera con Francia y Luxemburgo. Con posterioridad se trasladaría a Bingen, para fundar un pequeño monasterio en un monte, pasando su vida a las orillas del Rin.

Fue una niña precoz pero enfermiza, que arrastraría problemas de salud. Al ser la décima hija, y última de la familia, los mejores puestos estaban destinados a sus hermanos mayores, quedando para ella, como era habitual en la época, la vida al servicio de la iglesia. Así ingresaría a los ocho años de edad en la orden de San Benito, donde se vería influenciada por San Bernardo y las Cruzadas.

Era una mujer polifacética: se le considera compositora, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, polímata, abadesa, mística, líder monacal y profetisa alemana, según la Wikipedia.

Considerada una de las personalidades más influyentes, polifacéticas y fascinantes de la Baja Edad Media y de la historia de Occidente, es también de las figuras más ilustres del monacato femenino y quizás quien mejor ejemplificó el ideal benedictino, al estar dotada de una inteligencia y sabiduría fuera de lo común (porque lo común era que las mujeres no supiesen nada porque para qué enseñar algo a una mujer), comprometida con la reforma gregoriana, y al ser una de las escritoras de mayor producción de su tiempo. Además es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural.

Sus trabajos tocan diferentes áreas, incluyendo una Revelación, éxtasis y visiones. Aquí nos centraremos en su obra científica, porque es de lo que va el post, pero os recomendamos leer más acerca de Hildegarda. En su cosmología se entremezclan antropología, ciencia y teología, tal como es peculiar de las conformaciones intelectuales del medievo cristiano que nos resultan hoy extrañas, pero resultan absolutamente naturales para la mentalidad de una monja del siglo XII.

Según el trabajo de Margaret Alic que ya mencionamos en el anterior post (El legado de Hipatia: Historia de las mujeres en la ciencia desde la Antiguedad hasta nes del siglo XIX., 1991.), Hildegarda vía una Tierra esférica envuelta en cascarones celestiales concéntricos que influían en los acontecimientos terrestres según una idea que se remonta por lo menos a los pitagóricos y que penetra en la Europa occidental mucho antes del siglo XII pero que, no obstante, presenta como una reelación nueva, aunque sus detalles son originales.

Necesitamos hacer aquí un pequeño inciso. Llama la atención que Hildegarda pudiese considerar una Tierra esférica antes de Copérnico. Pero realmente esto era lo habitual, ya que el modelo cosmológico que fue enseñado desde la Antigüedad era el de Aristóteles, con algunas mejoras de otras astrónomas, hasta que llegara el de Sacrobosco 100 años posterior a Hildegarda, en el cual también se consideraba la Tierra esférica. El terraplanismo es un invento del siglo XIX, donde Washington Irving en 1833 publicó un libro sobre los viajes de Colón, en el cual hablaba de la Tierra plana, y por la situación de decadencia eclesiástica tras las revoluciones de finales del siglo XVIII, vino bien a la Iglesia y otras instituciones para difundir teorías en contra de la revolución científica. Sí, creemos desde hace cientos de años en la Tierra redonda, por mucho que la ciencia de YouTube diga lo contrario.

Ahora abandonamos el eje conspiranoico para volver a Hildegarda. En Scivias, la Tierra, constituida por los cuatro elementos, estaba rodeada por la atmósfera esférica, alba pellis o aer lucidus. Cada uno de los cuatro cascarones elementales del universo contenía uno de los vientos cardinales, representados como el aliento de un ser sobrenatural, y dos vientos accesorios. La zona esférica de agua, aer aquosus, se contraía, se expandía y se arremolinaba, ocultando o revelando los cuerpos celestiales que estaban más allá. Las zonas exteriores tenían una forma ovoide en contraposición a la clásica forma esférica de las cosmologías que siguen a los clásicos. El aire, purus aether, de forma oval, rodeaba el agua y era la más ancha de las zonas. Contenía la Luna, los planetas interiores y las constelaciones de estrellas fijas. Luego venía el fuego interior, umbrosa pellis o ignis niger, oscuro y estrecho, origen del granizo y de los rayos. Lo rodeaba el fuego exterior, con su extremo este alargado y aguzado. Ahí residían el Sol y los planetas exteriores.

Entre 1151 y 1158 publica dos libros científicos: Physica o “Tratado de las plantas” y Causae et curae o “Tratados médicos”, en donde desarrolla más de cien recetas tenidas hoy en cuenta por la medicina alternativa, que puede encontrar en ella una precursora, adelantándose también a su tiempo en la consideración de los aspectos psicosomáticos de la salud.

Physicia, que recibió ese nombre por Schot en 1533, constituye una enciclopedia de historia natural, que Hildegarda llamó Liber simplicis medicinae e Subtilitatum diversarum naturarum creaturum libri novem. Este tratado es el más científi co de sus obras, contenía descripciones de 230 plantas y 60 árboles, así como peces, aves, reptiles, mamíferos, piedras y metales, y fue muy popular, usándose como texto para la enseñanza en la escuela de medicina de Montpellier.

Aquí acabamos este post, que dará paso al siguiente de esta serie, las Mujeres en la Revolución Científica.

Si os ha gustado, enfadado, emocionado y ya sabéis cómo darle amor.

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Mujeres científicas: más allá de la astronomía. Antigüedad

Estamos aquí de nuevo para hablar de mujeres científicas, esta vez más allá de la astronomía y la astrofísica, que quedaron en el olvido y merecen una mención.

En este post pretendemos dar respuesta a algunas de estas preguntas: ¿quién fue la primera científica conocida?, ¿era fácil hacer ciencia para una mujer?, o ¿quién se ha llevado el mérito por sus trabajos? Avisamos, se viene mucho texto.

Para empezar, vamos a hablar de Merit Ptah y Peseshet.

Fuente: University of Colorado

La primera mujer científica de la que se habla fue la médica egipcia Merit Ptah, y, como en el caso de Fátima de Madrid, se tienen fuertes indicios de que en realidad no llegó a existir. Si bien no se conservan documentos ni investigaciones escritos por ella, la figura de quien supuestamente llegó a ser la médica de cabecera en la corte del faraón alrededor del siglo XXVIII a.n.e., en la Dinastía II del Periodo Arcaico, puede ser observada en una tumba localizada en una necrópolis cercana a la pirámide de Saqqara en Egipto. Además, su hijo, que era sumo sacerdote, la describió como la “médico jefe”.

Sin embargo, a la que se conoce como la primera médica de la historia fue a Peseshet, de la cual se cree que era, al menos, una generación más joven que Ptah y, además, en ningún escrito se la cita como tal, sino como supervisora de las médicas de Egipto. El trabajo de Kwiecinski (Merit Ptah, “The First Woman Physician”: Crafting of a Feminist History with an Ancient Egyptian Setting., Jakub M Kwiecinski, 2019.) incluye que los estudios anteriores de Hurd-Mead (A History of Women in Medicine, Kate Campbell Hurd-Mead, 1938.) que señalaban a Ptah podrían haber confundido accidentalmente el nombre de la antigua sanadora, la fecha en la que vivió y la ubicación de la tumba. Debe quedar claro que Kwiecinski no ha descubierto ni redescubierto a Peseshet, sino que ha atado los cabos para revelar que era de ella de quien parte la falsa historia de Merit Ptah.

El hecho de que solo tengamos constancia de dos médicas egipcias (y que probablemente sean la misma) es curioso, ya que muchas mujeres practicaban la medicina en el antiguo Egipto, muchas de ellas en la especialidad de obstetricia.

Es asumible que en la antigüedad los trabajos de sanación fuesen tareas mayoritariamente femeninas, ya que las mujeres, por su condición de madres, y el hecho de que los bebés y niños requieren de muchos cuidados, no se pudiesen alejar de los pueblos y hogares a realizar otro tipo de tareas.

Siguiendo la línea temporal, pasamos ahora a hablar de Enheduanna.

Fuente: Wikimedia Commons

Enheduanna (2285-2250 a.n.e.), la autora más antigua de la que se tenga conocimiento alguno, la cual conocemos gracias a Roberta Binkley en su estudio Biography of Enheduanna, Priestess of Inanna, 1998., la primera mujer en formar parte de la historia técnica y considerada como la primera cronista, ya que fue ella quien escribió la cónica del derrocamiento de su padre y el destierro de su familia.

Su existencia histórica está demostrada por un disco de alabastro hallado en la zona más secreta del templo de Nanna en Ur, y por otras piezas de joyería. Fue nombrada por su padre Gran Sacerdotisa del Dios de la Luna Nanna o también llamado Sin, el puesto era sumamente poderoso ya que era la única que podía nombrar a cualquiera de los mandatarios de la ciudad. Por lo cual, sus funciones en este puesto fueron marcadas sobre la religión y
la política.

Vivió en un templo cercano a lo que hoy es el Golfo Pérsico. Mantuvo el puesto de Gran Sacerdotisa hasta la fecha de su muerte, la cual aún no se sabe de forma exacta. El reverso de una tabletas aparecidas con su nombre del temprano primer milenio, contiene un texto el cual podría estar haciendo referencia a su nacimiento según la traducción.

Mencionamos aquí a Enheduanna porque, como sacerdotisa de Nanna, en
su labor estaba la de la interpretación de las estrellas, que dejó en algunos de sus poemas.

Damos un salto temporal a la antigua Grecia, para hablar de Theano de Crotona.

Alegoría de la Geometría – Laurent de la Hyre

En A History of Women Philosophers, 1987, de M.E Waithe, se describe a Theano como una matemática y filósofa griega, nacida en Crotona en el siglo VI a.n.e. Theano dasarrolló gran parte de las ideas pitagóricas en textos como Vida de PythagorasCosmologíaTeoream de la razón áureaTeoría de los númerosConstrucción del universo. En dichas obras, conocidas de forma indirecta, se expresa la Cosmología pitagórica, la cual adapta la cosmología de Platón, modifica la de Eudoxo y Aristóteles y desarrolla la de Ptolomeo; configurando así la base de la filosofía natural en toda la Edad Media, y que, en el siglo II n.e., la desarrollará Hildegarda de Bingen, de quien hablaremos más tarde.

Theano, quien además era la esposa de Pitágoras, podría ser considerada la primera filósofa, ya que fue su esposo quien acuñó ese término. También se le puede considerar la primera matemática, aunque oficialmente este puesto se le cede a Hypatia de Alejandria, de quien ya hablamos en otro post.

Pasemos, pues, a hablar de Agloanice, o Agloanike, quien, según Mujeres astrónomas y matemáticas en la antigüedad., Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, 2004., es considerada la primera astrónoma. Sí, ya sabemos que en el título pone que vamos a ir más allá de la astronomía, pero sabéis que no hay que quedarse con los titulares.

Fuente: Wikimedia Commons

A Agloanike, quien vivió en Teselia en el siglo V a.n.e, se le conoce principalmente por el arte de predecir eclipses. En el mito de Orfeo y Eurídice se le presenta como “La malvada suma sacerdotisa de la diosa de la luna Hécate” (¿quién no querría que se le conociese así?). Aunque en su época Agloanike fue considerada una sacerdotisa, es muy probable que conociera los ciclos de eclipses de Saros descubiertos por los caldeos, y por eso puede ser cali ficada como una astrónoma de la antigüedad.

Otra de las cosas que ha llevado a muchas mujeres a investigar científicamente a lo largo de la historia ha sido la sororidad, el intento de buscar remedios naturales para el dolor menstrual, facilitar el parto, o la participación en rituales sociales que, relegadas por su posición en una sociedad machista, les llevaban a apoyarse y ayudarse unas a otras.

En esta línea, aparecen Artemisia II de CariaAgnódice de Atenas, a quienes descubrimos gracias al estudio de Margaret Alic (El legado de Hipatia: Historia de las mujeres en la ciencia desde la Antigüedad hasta fina les del siglo XIX., Margaret Alic, 1991).

Artemisia II – Francesco Furini, 1630

Artemisia fue una botanista e investigadora médica que vivió en el siglo IV a.n.e. responsable del descubrimiento de una variedad de usos de la planta artemisia vulgaris (sí, nombrada por ella), o “hierba de San Juan”, para reducir cólicos menstruales, lograr la expulsión de la placenta, evitar que se malogre un embarazo, inducir un aborto o ayudar a combatir efectos de la fatiga, el estrés y prevenir infecciones.

Fuente: Wikimedia Commons

Agnódice, contemporánea de Artemisia, es probablemente la primera ginecóloca conocida. Estudió en Alejandría, bajo la tutela de Herófilo, un célebre anatomista de la época. Gracias a ella, quien estuvo practicando la medicina de forma ilegal, lo que le llevó a juicio, se aprobó una nueva ley que permitió a las mujeres adquirir formación  médica.

Vamos a acabar este post hablando de María la Judía (porque era judía, no un haba). María, quien vivió entre el siglo I y el III n.e. en Alejandría, también fue rescatada por Alic en su estudio.

Fuente: Adam McLean’s Gallery of alchemical images

María la Judía escribió con el nombre de Miriam la Profetisa, hermana de Moisés, con lo cual varios historiadores se equivocaron y dijeron que la Miriam bíblica era una alquimista. Entre sus escrituras se encuentran varios tratados que más tarde fueron ampliados, corrompidos y confundidos con otras obras. Existen fragmentos de sus escritos, incluyendo el Maria Practica, en colecciones de alquimia antigua..

Puede que en el conocimiento común, María sea un personaje cuasidesconocido, pero todas conocemos uno de sus artefactos: el balneum mariac o “baño María”, el cual se usa para calentar lentamente las sustancias o para mantenerlas a temperatura constante.

María fue, ante todo, una inventora de complicados aparatos de laboratorio para la destilación y la sublimación.

La última gran mujer científica de la antigüedad de la que se tiene constancia, fue Hypatia, de quien ya escribimos un post dedicado.

En el siguiente post hablaremos de las mujeres científicas de la Edad Media, y así seguiremos con una serie de post hasta llegar a cubrir nuestros días.

Como habéis podido leer, en la Antigüedad destaca la falta de información sobre mujeres científicas, sabiendo que copaban los roles de medicina y astronomía, muchas veces desde el plano religioso. Esto se debe posiblemente a que los escribas solían ser hombres, y el trabajo de las mujeres tendían a atribuírselo a otros hombres.

 

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Valentina Tereshkova, la gaviota espacial

Valentina Tereshkova nació el 6 de marzo de 1937 en Maslennikovo, un pueblecito a unos 200km de Moscú, hija de un matrimonio humilde que vivía en una granja.

Dos años después, su padre, líder y sargento de tanques Vladimir Tereshkov, falleció en la Guerra de Invierno que se desarrolló en Finlandia durante la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndolo en héroe de guerra.

Tereshkova comenzó la escuela en 1945, pero tuvo que dejarla en 1953 para ayudar a su madre, que trabajaba en una planta textil. Unos años después, se interesó por el paracaidismo y realizó su primer salto a los 22 años. Esta experiencia fue la que le llevó a su selección como cosmonauta.

Tras el primer vuelo tripulado espacial en 1961, a cargo de Yuri Gagarin, el ingeniero principal en el área de cohetes, Serguéi Koroliov, pensó “por qué no llevar a una mujer al espacio, a ver si su resistencia tanto física como psicológica es similar a la de un hombre”. Así comenzó la búsqueda de quien sería la primera mujer en viajar al espacio. Las candidatas, provenientes principalmente de los clubes de paracaidismo y aviación, debían disponer de unos requisitos previos: tener entre 18 y 30 años, medir menos de 1.70 m de estatura, pesar menos de 70 kg, ser solteras y ser “ideológicamente puras”.

Valentina Tereshkova en el Vostok 6.

Valentina fue seleccionada entre más de cuatrocientas aspirantes para pilotar originalmente el Vostok 5 en 1963. Fue la candidata perfecta debido a la condición de héroe de su padre y su origen humilde, lo que también le convirtió en la primera civil en viajar al espacio.

Debido a los instantes de paranoia de aquellos tiempos, y que no estába muy bien visto que las mujeres hiciesen cosas, el programa espacial, y especialmente la misión de Tereshkova, fue llevado completamente en secreto. La madre de la cosmonauta no conoció la situación de su hija hasta pocos días antes del lanzamiento. Tereshkova le contó que asistía día a día a un campo de adiestramiento para militares élites.

Durante su entrenamiento para hacer historia, Valentina realizó vuelos de ingravidez, pruebas de aislamiento, pruebas en centrifugador, clases de teoría de cohetes e ingeniería de naves espaciales, 120 saltos en paracaídas y formación de pilotos en aviones de combate. Su grupo pasó varios meses en un entrenamiento intensivo, del cual se examinó en noviembre de 1962, las aprobadas fueron nombradas subtenientes de la Fuerza Aérea Soviética.

El plan de que Tereshkova pilotara el Vostok 5 incluía a otra mujer cosmonauta, Ponomaryova a bordo del Vostok 6, pero los rusos alteraron el plan de vuelo, decidiendo que por si acaso mejor meter a un hombre en el Vostok 5, y a Valentina en el Vostok 6.

Valeri Bykovski fue el encargado de pilotar la primera aeronave, emprendiendo el vuelo el 14 de junio de 1963. Valentina Tereshkova grabó su nombre en la historia el 16 de junio.

Fue también la persona más joven en viajar al espacio hasta dicha fecha, a sus 26 años, siendo exactamente diez años más joven que el astronauta más joven del Mercury 7, Gordon Cooper.

Para más inri, Valentina tenía vértigo. Esto hizo que los tres días que pasó realizando las 48 órbitas a la Tierra se las pasara con mareos y vómitos.

Bueno, aún tuvo más sorpresas en su viaje, Tereshkova no pudo orientar la nave correctamente debido a un fallo en el sistema. Oficialmente, Koroliov no le permitió tomar el control manual de la nave, tal y como estaba planeado y modificó el sistema, que habían programado inicialmente para que la nave se alejara de la Tierra en lugar de acercarse. En realidad fue ella misma quien pudo corregir ese problema.

Como su nombre en clave para la misión fue Chaika (gaviota), llegó a ser famosa mundialmente por ese nombre.

Tras un aterrizaje complicado, pero exitoso, determinados militares de la fuerza aérea rusa le acusaron de haber estado borracha a lo largo de su viaje al espacio y de insubordinación al jefe al mando. Todos los que le acusraon de estos cargos fueron despedidos.

Pese a que con ella, estaban preparadas otras tres mujeres para realizar viajes espaciales, ninguna de ellas lo logró y tuvieron que pasar 19  años más para que otra mujer viajara al espacio. Estados Unidos no mandó una mujer al espacio hasta 1983, fue Sally Ride.

Valentina Tereshkova. Fuente: RIAN

La historia de Valentina no acaba aquí. Tereshkova consiguió un sobresaliente en su carrera de ingeniería en 1969, y su doctorado con la tesis “Braking engines for orbital aircraft” en 1977. Se casó con otro cosmonauta, pese a que hay muchos rumores de que estaba enamorada de Yuri Gagarin, y tuvieron una hija que hoy ejerce de cirujana.  Esta hija causó un enorme interés al ser el primer bebé que nacía de padres que habían viajado al espacio. Por supuesto, el bebé era totalmente normal.

Dada su situación política posterior, desempeñó varios cargos políticos dentro del Soviet Supremo y el Comité Central del Partido Comunista, Chaika aprovechó para asistir a los ciudadanos necesitados y a múltiples orfanatos. De igual manera, fue una activista por los derechos de las mujeres, no quería que pasaran lo mismo que ella, y buscó la igualdad de oportunidades con los hombres.

Tereshkova ha recibido multitud de medallas y condecoraciones durante su vida: 2 Órdenes de Lenin, declaración de Heroína Nacional, Medalla de Oro de la Paz de la ONU, premiu Simba International Women’s Movement, o la Medalla de Oro Joliot-Curie. Además de numerosas distinciones científicas concedidas por Universidades y Sociedades de diferentes países y la distinción de “Mujer del siglo veinte” por la ciudad de Londres.

A día de hoy, a sus 83 años, nuestra heroína aún piensa en volver al espacio y viajar a Marte, con un billete sólo de ida.

Cosmonauts Exhibition Launch. Fuente: London Science Museum
PIX.Tim Anderson

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Mujeres Celestes II: Fátima de Madrid

Fátima de Madrid es, quizás, una de las astrónomas con un trabajo menos conocido, y sobre la que hay serias dudas de su existencia. Fue una astrónoma musulmana andalusí entre los siglos X y XI, nacida en Madrid, pasando la mayor parte de su vida en Córdoba junto a su padre, el también astrónomo, Maslama al-Mayriti, cuyo nombre significa “hombre de Madrid”.

Fuente: astrojem

Escribió varios trabajos, conocidos como “Las correcciones de Fátima”. Trabajó junto a su padre en sus investigaciones astronómicas y matemáticas. Juntos,editaron y corrigieron “Las Tablas Astronómicas de al-Khwarizmi”, ajustándolas al meridiano que pasaba por Córdoba para situar a la ciudad capital del Califato (territorio bajo la jurisdicción de un califa) como el “centro del mundo” al convertirla en el punto de referencia de todos sus cálculos). También trabajaron sobre calendarios, cálculos de las posiciones reales del sol, la luna y los planetas, tablas de senos y tangentes, astronomía esférica, tablas astrológicas, cálculos de paralajes (desviaciones angulares de la posición aparente de un objeto, dependiendo del punto de vista elegido) y sobre la visibilidad de los eclipses y la luna.

Fátima de Madrid
Fuente: Calendario “Astrónomas que hicieron historia”

A su padre se le llegó a conocer como el Euclides de España. Resumió las tablas de Al-Juwarizmi y tradujo el Planisferio de Ptolomeo. La obra conjunta, de Fátima y Al-Mayriti, titulada “Tratado del astrolabio”, se conserva en la biblioteca del Monasterio del Escorial.

Fuente: astrojem

Dudas sobre su existencia

Las informaciones sobre su vida aparecen en la edición de 1924 de la Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana de Espasa-Calpe, que hasta el momento es la fuente más antigua sobre este personaje, ya que no se conocen las referencias en las que se basa la propia enciclopedia.

A pesar de todo, esta supuesta astrónoma madrileña se incluyó en el calendario de “Astrónomas que hicieron historia”, editado con motivo del Año Internacional de la Astronomía (2009),

En este caso, hemos decidido incluirla en nuestra lista de “Mujeres Celestes” porque, aunque Fátima pudo no haber existido, seguro que hubo otra mujer de la que no nos ha llegado nada, quedándose su nombre, trabajo y contribución a la ciencia perdidos en la Historia. Por todas ellas, aquí está Fátima de Madrid.

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Mujeres Celestes I: Hypatia

En esta nueva serie de post de Mujeres Celestes, no hablaremos sobre la mitad de Los Pitufos, hablaremos sobre todas esas mujeres astrónomas, científicas, estrellas eclipsadas, a las que le debemos gran parte del conocimiento que tenemos actualmente. En este primer post, hablaremos de la vida de Hypatia (Hipatia) de Alejandría, la mujer que se conoce como la primera ástronoma.

Hipatia vivió en una era iluminada de la historia de Egipto, cuando la razón y la filosofía eran muy respetadas. Su padre, Theon, era matemático, astrónomo y filósofo. Fue director del Museo de Alejandría y ampliamente respetado. Hipatia nació aproximadamente entre 350 y 370 dC. Fue enviada a Atenas para estudiar, donde le educaron en las filosofías de Platón y Plotino. Regresó a Egipto y se convirtió en directora de la escuela platonista de Alejandría.

Egipto tenía una tradición de igualdad de los sexos desde la antigüedad e Hipatia se convirtió en una erudita importante de su época. En torno al año 400 la filósofa se había convertido en líder de los neoplatónicos alejandrinos, y​ se dedicó a la enseñanza, centrándose en las obras de Platón y Aristóteles. La casa de Hipatia se convirtió en un centro de instrucción donde acudían estudiantes de todas partes del mundo romano, atraídos por su fama. Entre sus alumnos había cristianos, como por ejemplo su alumno predilecto, Sinesio de Cirene (con posterioridad obispo de Ptolemaida entre 409 y 413), perteneciente a una familia rica y poderosa, que mantuvo una gran amistad con su maestra. Este personaje dejó escrita mucha información sobre Hipatia. Se refería a ella como “la auténtica maestra de los misterios de la filosofía”. Fue una mujer libre, nunca se casó y dedicó su vida al trabajo científico.

Su labor investigadora se vió reflejada en numerosos manuscritos, como los “Comentarios a la Aritmética de Diofanto”. Diofanto fue un matemático griego que vivió a lo largo del siglo III y fue considerado el padre del álgebra y la aritmética, cuyos trabajos se centraron en ecuaciones algebraicas y teoría de números. De su nombre vienen las ecuaciones diofánticas.

Otra de sus aportaciones fue la edición de  “Los Elementos de Euclides”, con los comentarios de su padre Teón, un experto en la obra euclidiana. Los Elementos de Euclides ha sido el libro con más ediciones después de la Biblia, y recoge un tratado completo de geometría.

También reescribió un tratado sobre las “Cónicas” de Apolonio. Sus reinterpretaciones simplificaba los conceptos de Apolonio, con un lenguaje más asequible y convirtiéndolo en un manual fácilmente seguible por el lector interesado.

Desafortunadamente, muchas de las aportaciones de Hipatia se perdieron. Gracias a su correspondencia con su estudiante Sinesio , sabemos muchas de sus otras aportaciones. Sinesio deja constancia de la singularidad de Hipatia como intelectual. Reclama su autoría en la construcción de un astrolabio, un hidrómetro y un hidroscopio. El astrolabio es un instrumento construido para  determinar el posicionamiento de los astros en la bóveda celeste y servía de guía para marineros, ingenieros o arquitectos para determinar distancias por triangulación. Un dato curioso es el uso de este instrumento por los marineros musulmanes, con el cual se guiaban para determinar la posición de la Meca y así poder orar.

En aquel periodo de la historia egipcia, hubo una gran cantidad de conflictos políticos y religiosos. Hipatia fue una influyente consejera del gobernador de Alejandría que se vio envuelta en una enconada disputa con el obispo de Alejandría. En la primavera de 415, ella viajaba pacíficamente en su carruaje cuando una multitud de seguidores del obispo la agarraron y la arrastraron por la ciudad hacia una iglesia. Allí fue golpeada y rajada, después desmembraron su cuerpo, llevaron sus restos a un lugar llamado Cinarón y los quemaron. Fue un final trágico, pero los estudiantes de Hypatia huyeron a Atenas y continuaron su formación. Ahora se la considera una figura importante en filosofía y la primera matemática y astrónoma bien documentada.

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